(Literatura digital)
La memoria y la
historia comparten un mismo objeto —el pasado—, pero lo abordan desde lugares y
metodologías distintas. La memoria constituye una reconstrucción individual,
marcada por la selectividad, la plasticidad y la influencia del presente; lejos
de ser un archivo fiel, funciona como un mecanismo adaptativo que orienta la
identidad personal y la proyección hacia el futuro. La historia, en cambio, es
una reconstrucción colectiva, resultado del trabajo profesional y
crítico de los historiadores, quienes someten las huellas del pasado a un
riguroso análisis de fuentes, debates y validaciones intersubjetivas, en un
esfuerzo por comprender los procesos sociales en toda su complejidad.
Tanto memoria
como historia están inevitablemente alejadas de la certeza absoluta: una por su
carácter subjetivo y otra por la contingencia interpretativa que impone cada
contexto cultural. Sin embargo, en esa misma falta de certezas radica su fuerza.
Ambas nos orientan en un futuro incierto, la memoria al nivel de la vida
individual y la historia al de la vida social, ofreciendo claves de
anticipación y de sentido. En definitiva, memoria e historia no son opuestas,
sino complementarias: dos modos de reconstrucción del pasado que, al
articularse, amplían nuestras posibilidades de comprendernos y de proyectarnos
como personas y como sociedades.
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