Los trabajos
de Pagel Mark y Gazzaniga Michael me permitieron relacionar conceptos que no
los tenía conectado, naciéndome la necesidad de transcribir los más
significativos a los fines de ordenar mis ideas sobre evolución cultural:
Sin duda, la
cultura nos hizo humanos. La capacidad para la cultura hace única a la especie
humana. Su estrategia para sobrevivir consiste en la transmisión de tecnología
y habilidades.
Nuestra identidad cultural descansa sobre dos
pilares fundamentales con gran potencial evolutivo: El aprendizaje social y la
Teoría de la mente. Por medio del
aprendizaje social podemos copiar comportamientos a través de la simple
observación y por medio de la Teoría de la mente podemos atribuir estados
mentales a otros congéneres logrando adivinar o comprender sus motivaciones. La
supersociabilidad y el lenguaje surgieron como adaptaciones a la vida en el
medio social de la cultura.
El
desarrollo de la capacidad para la cultura hace 200.000 años determino nuestra
evolución (aparición del Homo Sapiens). Hace 60.000 años, el proceso evolutivo
experimentó un acelerón cuando los humanos modernos salieron del África, en
pequeñas sociedades tribales para ocupar y reconfigurar el mundo. Hace 40.000
años aconteció un cambio en el grado de selección positiva, el cual afectó el
genoma humano que coincide con el florecimiento de la cultura como refleja la
explosión de artefactos de toda índole, de obras de arte e instrumentos
musicales, así como la ocupación territorial del mundo. Estos genes de evolución
rápida constituyen nuestra predisposición genética para la cultura.
Los
científicos compararon las secuencias genéticas de personas de todo el mundo y
calcularon que hace aproximadamente 37.000 años, coincidiendo con la emergencia
de los seres humanos modernos en sentido cultural, surgió una variante genética
del gen MCPH1 cuya frecuencia creció con demasiada rapidez para ser compatible
con una deriva al azar o con migraciones de poblaciones. Esto sugiere que
experimentó una selección positiva. Y hace unos 5.800 años coincidiendo con la
expansión de la agricultura, las ciudades y el primer registro de la escritura,
surgió una variante del gen ASPM. También en este caso, las frecuencias con que
el gen se encuentra en la población son tan elevadas que indican una poderosa
selección positiva. No sabemos
si los cambios genéticos causaron los cambios culturales o si hubo sinergia.
Las
sociedades humanas evolucionaron de forma gradual por adaptación cultural
acumulativa. El conocimiento, las habilidades y las técnicas almacenan mejoras
y crecen en variedades a medida que las personas se imitan unas a otras, que
eligen y modifican las formas existentes y que combinan objetos para fabricar
otros nuevos, el resultado de todo ello es una cultura compleja y variada que hace
única a la especie humana. La historia de nuestra especie consiste en el
triunfo progresivo de la cooperación. Los humanos cooperan con individuos que
no son parientes y llevan a cabo actos de generosidad que podrían bien no ser
correspondidos. El ser humano posee una enorme orientación hacia el grupo. En
cambio en las demás especies animales, la cooperación queda confinada, por lo
general, a los parientes. La especie humana tiene la propensión a ayudar a los
extraños, por tanto el ser humano debe ser considerado “supersocial” ya que se
ha liberado de las limitaciones genéticas usuales para alcanzar el desarrollo
del altruismo.
Hace 200.000
años la capacidad de nuestros antepasados para la cultura provocó una crisis
social, a la que puso remedio la “supersociabilidad”. ¿Qué desencadenó esa
crisis? El robo visual, es decir, la habilidad de apropiarse de las ideas de
otros.
Dado que
podemos aprender con el solo esfuerzo de atender a aquello que desarrollan los demás,
el conocimiento resulta un bien al alcance de cualquiera. De esta manera las
culturas evolucionan y se adaptan.
Ocultar las
mejores innovaciones habría sido una especie de muerte evolutiva: habría
paralizado la adaptación cultural acumulativa. Para evitar ese destino
evolucionaron las reglas sociales y la psicología, fenómenos que posibilitan el
intercambio de ideas, conocimientos y técnicas sin excesivo temor a ser explotados.
Las características únicas de la psicología humana, como las normas y la moral,
las expectativas de equidad y la tendencia hacia la “agresión moralizante”
(castigar a quienes infringen los principios morales) se basan en emociones y
mecanismos que evolucionaron con el fin de vigilar a los individuos tentados de
explotar el frágil sistema cooperativo.
Nuestro
lenguaje, que es compositivo por el uso de oraciones, solo se ha demostrado en
humanos. Y evolucionó por que las formas complejas de cooperación e intercambio
que se desarrollaron para desactivar la crisis del robo visual exigían una
tecnología social con la que gestionar tratos, coordinar actividades, negociar
acuerdos y difundir la reputación. Al parecer, el lenguaje constituyó esa pieza
de tecnología social. El acuerdo cooperativo resulta posible con el lenguaje
verbal.
Los
neandertales poseían la misma versión del gen FOXP2 que los humanos actuales,
un segmento del ADN implicado en los movimientos motores precisos para hablar,
lo que sugiere que esos homínidos también poseían lenguaje. Aún así, los
informes arqueológicos poco apuntan hacia una adaptación cultural acumulativa
en los neandertales, no se han encontrado ni instrumentos musicales ni de arte relacionados
con el hombre de Neandertal. Esta falta de cultura indica que no disponían de
lenguaje. Para explicar la aparición del lenguaje debemos apuntar más allá de
la anatomía y de los genes y preguntarnos por su necesidad. Cabría esperar, que
la selección natural tendiera a difuminar las diferencias entre los humanos y que
sobrevivan los más aptos.
¿Cómo se
explica entonces la diversidad de habilidades de nuestra especie? La variedad
surge, de nuevo, como consecuencia de nuestra capacidad para la cultura. Una
vez que el sistema cooperativo posibilitó que los humanos intercambiaran
habilidades, bienes y servicios, los sujetos que se especializaron en las
tareas que mejor desempeñaban poseían mayores provisiones para comerciar con
otros. Ninguna otra especie practica la división del trabajo con individuos no
emparentados.
Las culturas
domesticaron y diferenciaron a los humanos según su talento, propiciando que
coexistieran habilidades diversas. De igual modo, los genes humanos podrían
haber experimentado una tendencia a especializarse según las oportunidades que
ofrecían las sociedades. De ser así, ello podría acarrear implicaciones
relevantes para la sociedad contemporánea originando una sociedad diferenciada
por predisposiciones genéticas y no asegurar la igualdad de oportunidades. La
historia de nuestra especie humana es el triunfo progresivo de la
cooperación sobre el conflicto a medida que sus miembros fueron reconociendo
que cooperar favorecía la obtención de una recompensa mayor.
Los genes de
evolución rápida constituyen nuestra predisposición genética para la cultura, y
pueden identificarse con los mismos métodos usados para aislar los genes
causantes de enfermedades.
Cada una de
las formas alternativas que puede tener un gen que se diferencian en su
secuencia y que se puede manifestar en modificaciones concretas de la función
de ese gen se denominan alelos o secuencias variantes. Cuando un alelo tiene un
efecto tan importante y positivo en un organismo que mejora su aptitud para la
supervivencia o le permite reproducirse más, tenemos lo que se denomina una
“selección positiva” o “selección direccional” de ese alelo. La selección
natural favorecería semejante variante, y ese alelo en particular empezaría a
ser más y más común.
Hay genes
implicados en el desarrollo del cerebro humano que determinan el número de
neuronas que tendrá el cerebro y lo grande que será. Se han identificado dos
genes que son los reguladores específicos del tamaño cerebral: MCPH1 y el ASPM.
Un defecto en cualquiera de estos dos genes provoca microcefalia primaria, un
trastorno autosómico recesivo del desarrollo neurológico, que origina
principalmente una reducción del tamaño de la corteza cerebral con retraso
mental no progresivo. Estos genes fueron estudiados por Geoffrey Woods médico y
genetista clínico de la Universidad del Hospital de St. James de Leeds,
Inglaterra quien se dio cuenta que varias de las familias pakistaníes que
atendía tenían niños con microcefalia primaria. Estas familias provenían del
valle del río Jhelum de la región de
Mirpur, en Cachemira, a quienes se les había expropiado sus tierras para construir
la represa Mangla y muchas emigraron a Yorkshire, Inglaterra por la demanda de
obreros textiles calificados.
Estos genes
han sufrido cambios significativos bajo la presión de la selección natural y
hay pruebas de una evolución acelerada tras separarse los seres humanos y los
chimpancés y aparecen como la causa del incremento del tamaño cerebral de
nuestros antepasados alcanzando los 1.340cc en el hombre actual, luego de haber experimentado
una reducción de 150cc a lo largo de la historia de la especie. Evolución
acelerada significa que estos genes eran auténticos fuera de serie, pues
producían un rasgo que otorgaba a sus poseedores una obvia ventaja competitiva.
Puesto que quien los poseía tuvo más descendencia, se convirtieron en genes
dominantes. Los investigadores actualmente aceptan que el cerebro humano sigue
evolucionando, no deja de evolucionar. Se desarrolla hasta los 45 años y nace
con un 25% de su desarrollo.
Homo
Sapiens:
Reino:
animal
Orden:
primate
Familia:
Homínidos (el primer homínido fue el Australopithecus)
Género: Homo.
Especie
humana: Homo Hábilis, Homo Erectus; Homo Neanderthal, Homo Floresiensis, Homo
Sapiens.
Primero
hombre moderno: Hombre de Cro-Magnon
Bibliografía
1. Adaptados
a la cultura. Pagel, Mark. 60, Barcelona : Prensa Científica
S.A., Mayo/Junio de 2013, Mente Y Cerebro Investigación y Ciencia, págs.
22-26. ISSN1695-0887.
2. Gazzaniga, Michael. ¿Qué nos hace humanos? La
explicación científica de nuestra singularidad como especie. Barcelona :
Ediciones Paidos Ibérica. Espasa Libros, S.L.U., 2010. págs. 24-50