En la
ilusión de causa, subyacen distintas tendencias innatas que interrelacionadas provocan que la mayoría
de las personas caigan presa de ella independientemente de su nivel cultural.
Estas surgen del hecho de que nuestra mente tiene la predisposición a detectar
sentido a partir de ciertos patrones, a inferir relaciones causales de las
coincidencias y a asumir que los acontecimientos anteriores causan los
posteriores.
Christopher
Chabris y Daniel Simons (1) en su libro “El
gorila invisible”, dedican un capítulo a
el salto a la conclusión y atribuyen la ilusión de causa a:
1. 1. Atracción
intrínseca hacia las narraciones cronológicas
2. 2. Mecanismos
exagerado de detección de patrones
3. 3. Salto
injustificado de la correlación a la causa. Salto a la conclusión
Atracción intrínseca hacia las narraciones cronológicas.
Los relatos personales son más
memorables y se adhieren a nuestra mente durante más tiempo que los datos
abstractos. Los casos individuales cronológicamente coherentes permanecen en
nuestra mente; las estadísticas y promedios no. Las anécdotas de por sí son más
persuasivas que las estadísticas. Por ejemplo, un problema central para
combatir las anécdotas médicas es que en cualquier tratamiento hay personas que
mejoran y otras no. Y tendemos a recordar únicamente los primeros casos y a
suponer que el tratamiento fue la causa. Lo que por lo general no hacemos es
comparar las tasas de mejoría con y sin este. Puede ser difícil superar una
creencia que se ha formado a partir de relatos conmovedores. Nuestro cerebro
evolucionó bajo condiciones en las cuales la única evidencia de que disponíamos
era la que experimentábamos nosotros mismos y la que escuchábamos de otros en
quienes confiábamos. Nuestros ancestros carecían de accesos a grandes conjuntos
de información, estadísticas y métodos
experimentales.
Mecanismos exagerados de detección de patrones
La
percepción de las formas constituye una de las facultades más importantes que
nos permiten percibir el mundo que nos rodea. Los órganos de los sentidos nos
proporcionan una serie de datos incoordinados y es el cerebro, al relacionar
entre sí los elementos, el que adjudica significado a la información
registrada. Los representantes de la escuela berlinesa de la psicología de la
Gestalt descubrieron una serie de leyes que en su opinión, rigen el proceso
perceptivo y justifican su idea básica que estriba en que, el todo es más que
la suma de las partes.
La
percepción de patrones es central en nuestras vidas, podemos reconocer a un
amigo que camina por la calle exclusivamente a partir de su patrón de
movimiento. Nuestro sistema visual tiene un problema difícil que solucionar en
lo que hace a reconocer caras, objetos y palabras. De todas maneras en tan solo
una décima de segundo, nuestro cerebro puede distinguir un rostro de otros
objetos. Pero ver objetos que se asemejan a rostros induce una actividad en un
área del cerebro denominada circunvolución fusiforme, que es altamente sensible
a los rostros reales. Inmediatamente de ver un objeto que se asemeja a un
rostro, nuestro cerebro lo trata como si lo fuera y lo procesa de modo
diferente a como procesa otros objetos. Algunos de los ejemplos más notables de
percepción fallida de patrones incluyen la detección de rostros en lugares
inusuales, como ver el rostro de Jesús en una montaña nevada.
Los médicos
buscan combinación de síntomas que forman un patrón, lo que les permite inferir
una causa y hacer el diagnóstico. No podemos evitar no ver sino patrones en el
mundo y hacer predicciones sobre la base de ellos. Pero a veces, creemos ver
patrones donde no los hay, y donde sí existen los percibimos mal. Tendemos en
forma sistemática a percibir lo regular en lugar de lo azaroso y a inferir
causas más que coincidencias. Y, en general, desconocemos por completo esas
tendencias. La ilusión de causa surge cuando vemos patrones en lo azaroso.
Además nuestras creencias causales intuitivas nos llevan a percibir patrones
acordes a ellas. La tendencia de la mente humana a percibir de manera
indiscriminada patrones visuales de modo azaroso recibe el nombre de
“pareidolia”.
Salto injustificado de la correlación a la causa. Salto a la conclusión
Temple
Grandin y Catherine Johnson (2) en su libro ”Interpretar
a los animales”, nos explican los
detalles de cómo todos los animales y seres humanos poseen la tendencia innata
a la confirmación. Somos propensos a creer que si dos fenómenos ocurren de
forma casi simultánea no es una casualidad, sino que el primer suceso es la
causa del segundo.
Por ejemplo,
si metemos a una paloma en una jaula con un interruptor que se enciende justo
antes que aparezca un poco de comida, la paloma empezará enseguida a picotear
el interruptor para obtener comida. Lo hace porque su tendencia a la confirmación
la induce a creer que el primer suceso (el interruptor que se enciende) causa
el segundo (la aparición de la comida). La paloma suele picotear el interruptor
un par de veces, la comida aparece –porque siempre lo hace cuando se enciende
el interruptor – y entonces llega a la conclusión de que picotear el
interruptor cuando está encendido causa la aparición de la comida.
La tendencia
a la confirmación está incluida en el cerebro animal y humano, y nos ayuda a
aprender. Aprendemos porque nuestra única suposición es que, si al suceso 1 lo
sigue directamente el suceso 2, entonces el suceso 1 causó el suceso 2. Nuestra
suposición por defecto no es que el suceso 1 y el suceso 2 hayan ocurrido al
mismo tiempo por casualidad. La casualidad es, en realidad, un concepto muy
avanzado tanto para los animales como para las personas. La estadística nos
enseña que una correlación no es automáticamente una causa, pero nuestros
cerebros están conectados para ver las correlaciones como causa.
Hacer
conexiones causales infundadas da origen a la superstición. Es probable que
muchas supersticiones se deban a una asociación accidental entre dos cosas que
en realidad no están relacionadas.
Casualmente
uno lleva puesta la camisa azul el día que aprobó el examen de matemáticas y
tal vez llevara también la camisa azul el día que ganó un premio en el parque
de diversiones, así que ahora cree que la azul es su camisa de la suerte.
La gente y
los animales crean supersticiones del mismo
modo. Nuestros cerebros nos permiten ver conexiones y correlaciones, no
coincidencias y casualidades. Nuestros cerebros están conectados para creer que
una correlación también es una causa.
La única
manera de comprobar de forma definitiva si una asociación es causal es hacer un
experimento. En donde se varía un factor en forma sistemática, conocido como
variable independiente, para ver su efecto sobre otro factor, la variable
dependiente. Limitarse a medir dos efectos y mostrar que ocurren a la vez no
implica que uno sea la causa del otro. Inferir causalidad de manera crítica
depende de la aleatoriedad. Sin realizar el experimento y estimar la
aleatoriedad, la asociación puede ser el mero equivalente científico de una
coincidencia. Correlación no implica causalidad. Es importante tenerlo presente
porque funciona contra la ilusión de causa. Es particularmente difícil
internalizarlo, y conocer el principio en abstracto no contribuye en mucho a
inmunizarnos contra el error.
Sobre la
percepción de causalidad Daniel Kahneman (3) señala que si un
primer objeto se halla en movimiento e inmediatamente comienza a moverse un
segundo objeto vecino aún sin contacto físico real la poderosa ilusión de
causalidad nos hace creer que si el segundo objeto empieza a moverse
inmediatamente es por causa del primer objeto. Y que algunos experimentos han
demostrado que niños de seis meses ven la secuencia se sucesos como una
relación causa efecto, y manifiestan sorpresa cuando la secuencia es alterada.
Es evidente que estamos predispuestos desde que nacemos a tener impresiones de
causalidad.
La gente
tiende a aplicar el pensamiento causal de manera inapropiada a situaciones que
requieren un razonamiento estadístico. Desafortunadamente el sistema 1
(pensamiento rápido) no tiene capacidad para este modo de razonar. Pero el
sistema 2 (pensamiento lento) puede aprender a pensar estadísticamente, pero
pocas personas reciben la capacidad necesaria. La medida del éxito del Sistema
1 es la coherencia de la historia que se ocupa de crear. La cantidad y la
cualidad de los datos en los que la historia se basa son en gran parte
irrelevantes. Cuando la información es escasa, cosa que comúnmente ocurre, el
Sistema 1 opera como una máquina de saltar a las conclusiones. Lo que importa
para una buena historia es la consistencia de la información, no que sea
completa. A menudo conocer poco hace más fácil encajar cualquier cosa que
conozcamos en un diseño coherente pero puede originar sesgos cognitivos que surgen por la confianza excesiva, efectos
marco y tasa base ignorada.
La
dificultad que tenemos con la regularidad estadística es que esta demanda un
enfoque diferente. En vez de centrarse en la manera que se produjo el suceso en
cuestión, el punto de vista estadístico lo relaciona con lo que podría haber
sucedido en lugar de lo que sucedió. Nada en particular hizo que se produjera
lo que se produjo; la posibilidad vino dada entre sus alternativas y trata de
demostrar la ocurrencia por azar. Nuestra predilección por el pensamiento
causal nos expone a serios errores en la evaluación de la aleatoriedad de
sucesos realmente aleatorios.
En 1985 la
investigación de Thomas Gilovich, Robert
Vallone y Amos Tversky (4) originó un revuelo
al analizar miles de secuencias de lanzamientos en el basquetbol porque condujo
a una conclusión decepcionante: no hay algo así como una buena mano, buena
tirada o buena racha en el basquetbol profesional, ni en los lanzamientos desde
el campo ni en las faltas. Por supuesto, algunos jugadores son más precisos que
otros, pero la secuencia de logros y lanzamientos fallidos satisface todos los
test de aleatoriedad. La buena racha está enteramente en los ojos de los
espectadores, que con demasiada rapidez perciben orden y causalidad en la
aleatoriedad. En fenómeno de la “mano caliente” o de la “buena mano” es una
ilusión cognitiva masiva y extendida. Estamos demasiados dispuestos a rechazar
la creencia de que mucho de lo que vemos en la vida es azar. La "falacia
de la mano caliente" (en ingles “Hot - Hand Fallacy”) es la creencia
errónea de que una persona que ha experimentado el éxito con un evento al azar
tiene una mayor posibilidad de un mayor éxito en los intentos adicionales. La
ley de los pequeños números origina confianza exagerada en las muestras
pequeñas. Prestamos más atención al contenido de los mensajes que a la
información sobre su fiabilidad, y como resultado terminamos adoptando una
visión del mundo que nos rodea más simple y coherente de lo que justifican los
datos.
Edgardo Marecos (5) en su trabajo, “La
causalidad, casualidad y la medicina”, nos recuerda los criterios epidemiológicos
de causalidad que fueran propuestos en 1965 por Sir Austin Bradford Hill y que
siguen hoy vigentes:
1. 1. Temporalidad
o secuencia temporal: el criterio se refiere a que el factor analizado antecede
en el tiempo a la aparición o desarrollo de un efecto.
2. 2. Intensidad
o fuerza de la asociación: criterio relacionado con
aquellos indicadores epidemiológicos que valoran la fuerza o intensidad de la
relación estadística entre una causa y su efecto.
3. 3. Gradiente biológico: este criterio
sustenta que a mayor exposición, mayor probabilidad de ocurrencia del efecto..
4. 4. Especificidad: criterio que nos dice que cuando más específica es la relación entre una
causa y su efecto mayor es la probabilidad de una relación causal. La
causalidad es probable si la población es específica, el sitio es específico y
no hay otra explicación que la justifique
5. 5. Verosimilitud
o Plausibilidad biológica: este criterio se refiere a que existe un mecanismo
que explica la relación entre el factor analizado y el efecto con el que se
asocia.
6. 6. Coherencia:
se refiere a que la coherencia entre los resultados epidemiológicos y de
laboratorio aumenta la probabilidad de un efecto, no debiendo entrar además en
conflicto con lo conocido y aceptado.
7. 7. Analogía:
se refiere a que efectos similares pueden ser considerados como aval.
8. 8. Experimento:
criterio que apela la posibilidad de la evidencia experimental tanto para la
exposición a la causa como para cesación de la misma.
9. 9. Consistencia:
el criterio se cumple cuando se obtienen resultados semejantes por diversos
investigadores, o utilizando diferentes metodologías
Conclusión: Somos buscadores de patrones,
creyentes en un mundo coherente en el que las regularidades no se producen
accidentalmente, sino cómo efecto de la causalidad mecánica o de la intención
de alguien. No esperamos ver una regularidad producida por un proceso
aleatorio. La difundida mala comprensión de la aleatoriedad tiene a veces
consecuencias significativas. No hay duda de que un director ejecutivo es
oficialmente responsable del rendimiento de una empresa, pero atribuir los
éxitos y los fracasos de una empresa a la persona que está en el lugar más alto
es una ilustración clásica de la ilusión de causa. Saltar a la conclusión es un
deporte que en el mundo de nuestra imaginación es más seguro de lo que es en la
realidad.
Bibliografía
1. Chabris,
Christopher y Simons, Daniel. El
gorila invisible: y otra maneras en las que nuestra intuición nos engaña. Buenos Aires : Siglo Veintiuno Editores, 2011.
págs. 181-218. ISBN 978-987-629-168-2.
2. Grandin, Temple y
Johnson, Catherine. Interpretar a los animales: como el autismo puede
ayudar a comprender su comportamiento. Buenos Aires : Del Nuevo
Extremo: RBA, 2006. págs. 111-114. ISBN 987-1068-98-0.
3. Kahneman, Daniel.
Pensar rápido, pensar despacio. Buenos Aires : Debate, 2012. págs. 147-160. ISBN
978-987-1786-40-4.
4. The hot hand in Basketbal: On the misperception of
random sequencesl. Gilovich, T, Vallone, R y Tversky, A. 1985,
Cognitive Psychology, Vol. 17, págs. 295-314.
5. La causalidad, la
casualidad y la medicina. Marecos, Edgardo A. Corrientes :
Facultad de Medicina UNNE, Febrero de 2001, Revista de posgrado de la Cátedra
VIa Medicina ,págs. 14-20.
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