domingo, diciembre 14, 2025

CÓMO TU CEREBRO CONSTRUYE LA REALIDAD

 


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(Literatura digital)

¿Crees que tu memoria es como una cámara de video, registrando los hechos tal como ocurrieron? ¿O que tus ojos te muestran el mundo tal cual es? La mayoría de nosotros tendemos a pensar que nuestra mente es un receptor pasivo y preciso de la realidad, una especie de espejo que refleja fielmente lo que sucede a nuestro alrededor.

Sin embargo, la neurociencia y la psicología cognitiva nos cuentan una historia muy diferente. Este artículo revelará cinco hechos sorprendentes y contraintuitivos sobre la percepción y la memoria que demuestran que nuestro cerebro no es un simple espectador, sino el ingenioso y creativo director de la película de nuestra realidad.

1. Tu memoria no es una grabadora, es una artista creativa

Lejos de ser un archivo digital que almacena experiencias con perfecta fidelidad, la memoria explícita es un proceso de reconstrucción. Cada vez que accedes a un recuerdo, no estás "reproduciendo" una grabación, sino que la estás reescribiendo, como un documento de Microsoft Word que se modifica con cada apertura. La memoria se asemeja más a un palimpsesto, un manuscrito antiguo sobre el que se ha escrito varias veces, borrando parcialmente la escritura anterior.

Esto se debe a que tendemos a recordar el significado general y las estructuras abstractas de un evento, no los detalles precisos. Un clásico experimento con jugadores de ajedrez lo ilustra a la perfección: a expertos y principiantes se les pide que memoricen la posición de las piezas en un tablero durante cinco segundos. Cuando las piezas forman una jugada real, los expertos recuerdan la posición de unas 16 piezas, mientras que los principiantes apenas recuerdan 4. Pero si las piezas se colocan al azar, los expertos no lo hacen mejor que los principiantes. Esto demuestra que la memoria no codifica datos visuales en bruto, sino el significado y la estructura.

Como explica el neurocientífico Eric Kandel, este proceso no es una invención consciente, sino una interpretación para dar sentido a lo vivido.

"Los sujetos no estaban inventando: simplemente estaban interpretando el material original para darle así sentido al recuerdo…. Observaciones como estas nos llevan a pensar que la memoria explícita de acontecimientos pasados es un proceso creativo de síntesis o reconstrucción"

Este hecho es fundamental: nos obliga a cuestionar la certeza de nuestros recuerdos más vívidos y a entender que la memoria es más una historia que nos contamos a nosotros mismos que un registro fáctico e inmutable.

2. El olvido es el superpoder secreto del pensamiento

Inspirados en el personaje de Borges, "Funes el memorioso", que lo recordaba todo y por eso era incapaz de pensar, descubrimos una paradoja fascinante: para pensar es absolutamente necesario olvidar. Funes estaba paralizado por un torrente infinito de detalles; su incapacidad para olvidar le impedía realizar la función más esencial del pensamiento: la abstracción.

La relación entre pensamiento, memoria, abstracción y olvido es íntima y fundamental. Esto nos lleva a una conclusión profunda que invierte nuestra idea de la inteligencia: "Pensar es olvidar diferencias, generalizar, abstraer".

La abstracción, que nos permite crear conceptos como "perro", "justicia" o "árbol", solo es posible porque nuestro cerebro descarta la infinidad de detalles irrelevantes de cada experiencia particular. Un ejemplo de este mecanismo son las llamadas "neuronas de Jennifer Aniston". Ubicadas en el hipocampo, estas células crean representaciones abstractas de conceptos, transformando percepciones caóticas en recuerdos manejables. Esta capacidad de representación abstracta es ideal para asociar conceptos, generar relaciones y, en definitiva, para pensar.

3. No ves con tus ojos, ves con tu cerebro (y su experiencia)

Contrario a la creencia popular, la percepción no es una ventana transparente al mundo. Nuestros sentidos recogen información muy pobre, ambigua e incompleta del entorno. Es nuestro cerebro el que, basándose en toda nuestra experiencia pasada, realiza inferencias inconscientes para interpretar esos datos y construir activamente la realidad que experimentamos.

El codescubridor de la estructura del ADN, Francis Crick, lo expresó de manera contundente:

"Lo que ves no es lo que realmente está allí… Ver es un proceso activo, creativo. Tu cerebro hace la mejor interpretación que puede de acuerdo a su experiencia pasada y la información ambigua y limitada provista por tus ojos"

Este proceso creativo demuestra que "No hay percepción sin memoria". No podemos reconocer una cara, un objeto o una palabra sin contrastar la información sensorial del presente con los recuerdos que ya poseemos. Este vínculo inseparable significa que la percepción nunca parte de cero. En un sentido muy real, cada acto de ver es un acto de recordar.

4. Necesitas que tus ojos tiemblen para poder ver un objeto quieto

Aquí tienes un dato que desafía toda lógica intuitiva: tus ojos están en constante movimiento, realizando vibraciones y saltos minúsculos llamados microsacadas y movimientos sacádicos. Si por algún medio se lograra que tus ojos se quedaran perfectamente quietos, los objetos estáticos a tu alrededor desaparecerían de tu vista.

Un ejemplo impactante nos lo da el sapo. La retina de un sapo está diseñada para responder únicamente al movimiento. Por eso, un sapo hambriento es incapaz de percibir una mosca muerta colgada de un hilo inmóvil justo frente a él; literalmente, se moriría de hambre. Esto llevó al científico Denis Baylor a una conclusión brillante: "Mientras más tonto es el animal, más inteligente es su retina". La retina del sapo hace todo el trabajo de procesamiento. En contraste, la retina humana es más "tonta": simplemente envía un torrente de datos a nuestro cerebro, que es mucho más complejo y se encarga de analizar esos temblores oculares constantes para construir una imagen estable de un mundo estático.

5. Las palabras que usas construyen el mundo que percibes

El lenguaje no es una herramienta neutral que simplemente etiqueta una realidad preexistente. El lenguaje organiza, categoriza y modela activamente el "enigmático tropel de sensaciones" que recibimos del mundo. Nuestro cerebro utiliza las palabras, especialmente los sustantivos, para agrupar experiencias dispares en conceptos coherentes.

Jorge Luis Borges lo describió con una belleza inigualable al explicar cómo la palabra "naranja" une sensaciones que no tienen nada en común:

"El mundo aparencial es un tropel de sensaciones barajadas… El lenguaje es un ordenamiento eficaz de esa enigmática abundancia del mundo. Dicho sea con otras palabras: los sustantivos se los inventamos a la realidad. Palpamos un redondel, vemos un montoncito de luz color de madrugada, un cosquilleo nos alegra la boca, y mentimos que esas tres cosas heterogéneas son una sola y que se llama naranja."

Esta influencia es tan profunda que crea diferencias perceptivas entre hablantes de distintos idiomas. Por ejemplo, el idioma ruso tiene dos palabras distintas y básicas para lo que en español llamamos "azul" (goluboy para el azul claro y siniy para el azul oscuro). Esto hace que sus hablantes sean más rápidos en distinguir estas tonalidades. El lenguaje no solo nombra el mundo; lo construye.

Conclusión

La lección que unifica todos estos puntos es clara: nuestra experiencia de la realidad no es una recepción pasiva de información, sino una construcción activa, creativa y profundamente personal. Nuestro cerebro, moldeado por la memoria selectiva, el olvido necesario y el poder estructurador del lenguaje, no nos muestra el mundo tal como es, sino el mundo que es útil y coherente para nosotros.

Esto nos lleva a una reflexión final, inspirada en la "Alegoría de la caverna" de Platón. Si nuestro cerebro construye activamente todo lo que percibimos, ¿hasta qué punto podemos estar seguros de que no estamos simplemente viendo las sombras en la pared de nuestra propia caverna mental?

 

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