¿Crees que tu
memoria es como una cámara de video, registrando los hechos tal como
ocurrieron? ¿O que tus ojos te muestran el mundo tal cual es? La mayoría de
nosotros tendemos a pensar que nuestra mente es un receptor pasivo y preciso de
la realidad, una especie de espejo que refleja fielmente lo que sucede a
nuestro alrededor.
Sin embargo, la
neurociencia y la psicología cognitiva nos cuentan una historia muy diferente.
Este artículo revelará cinco hechos sorprendentes y contraintuitivos sobre la
percepción y la memoria que demuestran que nuestro cerebro no es un simple espectador,
sino el ingenioso y creativo director de la película de nuestra realidad.
1. Tu memoria no es una grabadora, es una artista
creativa
Lejos de ser un
archivo digital que almacena experiencias con perfecta fidelidad, la memoria
explícita es un proceso de reconstrucción. Cada vez que accedes a un recuerdo,
no estás "reproduciendo" una grabación, sino que la estás
reescribiendo, como un documento de Microsoft Word que se modifica con cada
apertura. La memoria se asemeja más a un palimpsesto, un manuscrito antiguo
sobre el que se ha escrito varias veces, borrando parcialmente la escritura
anterior.
Esto se debe a
que tendemos a recordar el significado general y las estructuras abstractas de
un evento, no los detalles precisos. Un clásico experimento con jugadores de
ajedrez lo ilustra a la perfección: a expertos y principiantes se les pide que
memoricen la posición de las piezas en un tablero durante cinco segundos.
Cuando las piezas forman una jugada real, los expertos recuerdan la posición de
unas 16 piezas, mientras que los principiantes apenas recuerdan 4. Pero si las
piezas se colocan al azar, los expertos no lo hacen mejor que los
principiantes. Esto demuestra que la memoria no codifica datos visuales en
bruto, sino el significado y la estructura.
Como explica el
neurocientífico Eric Kandel, este proceso no es una invención consciente, sino
una interpretación para dar sentido a lo vivido.
"Los
sujetos no estaban inventando: simplemente estaban interpretando el material
original para darle así sentido al recuerdo…. Observaciones como estas nos
llevan a pensar que la memoria explícita de acontecimientos pasados es un
proceso creativo de síntesis o reconstrucción"
Este hecho es
fundamental: nos obliga a cuestionar la certeza de nuestros recuerdos más vívidos
y a entender que la memoria es más una historia que nos contamos a nosotros
mismos que un registro fáctico e inmutable.
2. El olvido es el superpoder secreto del pensamiento
Inspirados en
el personaje de Borges, "Funes el memorioso", que lo recordaba todo y
por eso era incapaz de pensar, descubrimos una paradoja fascinante: para pensar
es absolutamente necesario olvidar. Funes estaba paralizado por un torrente
infinito de detalles; su incapacidad para olvidar le impedía realizar la
función más esencial del pensamiento: la abstracción.
La relación
entre pensamiento, memoria, abstracción y olvido es íntima y fundamental. Esto
nos lleva a una conclusión profunda que invierte nuestra idea de la
inteligencia: "Pensar es olvidar diferencias, generalizar,
abstraer".
La abstracción,
que nos permite crear conceptos como "perro", "justicia" o
"árbol", solo es posible porque nuestro cerebro descarta la infinidad
de detalles irrelevantes de cada experiencia particular. Un ejemplo de este
mecanismo son las llamadas "neuronas de Jennifer Aniston". Ubicadas
en el hipocampo, estas células crean representaciones abstractas de conceptos,
transformando percepciones caóticas en recuerdos manejables. Esta capacidad de
representación abstracta es ideal para asociar conceptos, generar relaciones y,
en definitiva, para pensar.
3. No ves con tus ojos, ves con tu cerebro (y su
experiencia)
Contrario a la
creencia popular, la percepción no es una ventana transparente al mundo.
Nuestros sentidos recogen información muy pobre, ambigua e incompleta del
entorno. Es nuestro cerebro el que, basándose en toda nuestra experiencia
pasada, realiza inferencias inconscientes para interpretar esos datos y
construir activamente la realidad que experimentamos.
El
codescubridor de la estructura del ADN, Francis Crick, lo expresó de manera
contundente:
"Lo que
ves no es lo que realmente está allí… Ver es un proceso activo, creativo. Tu
cerebro hace la mejor interpretación que puede de acuerdo a su experiencia
pasada y la información ambigua y limitada provista por tus ojos"
Este proceso
creativo demuestra que "No hay percepción sin memoria". No podemos
reconocer una cara, un objeto o una palabra sin contrastar la información sensorial
del presente con los recuerdos que ya poseemos. Este vínculo inseparable
significa que la percepción nunca parte de cero. En un sentido muy real, cada
acto de ver es un acto de recordar.
4. Necesitas que tus ojos tiemblen para poder ver un
objeto quieto
Aquí tienes un
dato que desafía toda lógica intuitiva: tus ojos están en constante movimiento,
realizando vibraciones y saltos minúsculos llamados microsacadas y movimientos
sacádicos. Si por algún medio se lograra que tus ojos se quedaran perfectamente
quietos, los objetos estáticos a tu alrededor desaparecerían de tu vista.
Un ejemplo
impactante nos lo da el sapo. La retina de un sapo está diseñada para responder
únicamente al movimiento. Por eso, un sapo hambriento es incapaz de percibir
una mosca muerta colgada de un hilo inmóvil justo frente a él; literalmente, se
moriría de hambre. Esto llevó al científico Denis Baylor a una conclusión
brillante: "Mientras más tonto es el animal, más inteligente es su
retina". La retina del sapo hace todo el trabajo de procesamiento. En
contraste, la retina humana es más "tonta": simplemente envía un
torrente de datos a nuestro cerebro, que es mucho más complejo y se encarga de
analizar esos temblores oculares constantes para construir una imagen estable
de un mundo estático.
5. Las palabras que usas construyen el mundo que percibes
El lenguaje no
es una herramienta neutral que simplemente etiqueta una realidad preexistente.
El lenguaje organiza, categoriza y modela activamente el "enigmático
tropel de sensaciones" que recibimos del mundo. Nuestro cerebro utiliza
las palabras, especialmente los sustantivos, para agrupar experiencias dispares
en conceptos coherentes.
Jorge Luis
Borges lo describió con una belleza inigualable al explicar cómo la palabra
"naranja" une sensaciones que no tienen nada en común:
"El mundo
aparencial es un tropel de sensaciones barajadas… El lenguaje es un
ordenamiento eficaz de esa enigmática abundancia del mundo. Dicho sea con otras
palabras: los sustantivos se los inventamos a la realidad. Palpamos un
redondel, vemos un montoncito de luz color de madrugada, un cosquilleo nos
alegra la boca, y mentimos que esas tres cosas heterogéneas son una sola y que
se llama naranja."
Esta influencia
es tan profunda que crea diferencias perceptivas entre hablantes de distintos
idiomas. Por ejemplo, el idioma ruso tiene dos palabras distintas y básicas
para lo que en español llamamos "azul" (goluboy para el
azul claro y siniy para el azul oscuro). Esto hace que sus
hablantes sean más rápidos en distinguir estas tonalidades. El lenguaje no solo
nombra el mundo; lo construye.
Conclusión
La lección que
unifica todos estos puntos es clara: nuestra experiencia de la realidad no es
una recepción pasiva de información, sino una construcción activa, creativa y
profundamente personal. Nuestro cerebro, moldeado por la memoria selectiva, el
olvido necesario y el poder estructurador del lenguaje, no nos muestra el mundo
tal como es, sino el mundo que es útil y coherente para nosotros.
Esto nos lleva
a una reflexión final, inspirada en la "Alegoría de la caverna" de
Platón. Si nuestro cerebro construye activamente todo lo que percibimos, ¿hasta
qué punto podemos estar seguros de que no estamos simplemente viendo las
sombras en la pared de nuestra propia caverna mental?


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