lunes, diciembre 22, 2025

DON VENANCIO RAMOS

 


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(Literatura digital)

Ficha de la obra

  • Título: “Don Venancio Ramos”
  • Autora: Patricia Bugallo (2010)
  • Técnica: Óleo (original, basada en foto familiar)
  • Medidas: 50 × 40 cm
  • Género: retrato costumbrista / retrato de memoria familiar (con escena)

"Contexto Familiar"

·         Artista: Patricia Bugallo.

·         Sujeto del cuadro: Venancio Ramos.

·         Relación entre ellos: Venancio Ramos es el abuelo político de Patricia Bugallo.

Lo que un Cuadro nos Enseña sobre la Memoria y el Arte

Todos tenemos esa caja de fotografías antiguas, ese álbum cuyas páginas se pegan un poco. Al mirarlas, vemos rostros familiares congelados en un instante: una sonrisa, una pose, un momento que ya pasó. Son reliquias valiosas, fragmentos de nuestra historia. Pero una pintura, a diferencia de una foto, no se conforma con registrar; se atreve a destilar la esencia de una persona, a filtrar el ruido del tiempo y a convertir un recuerdo personal en una herencia universal.

La obra "Don Venancio Ramos" de la artista Patricia Bugallo es un ejemplo perfecto. A primera vista, es el retrato de un hombre de campo con su caballo. Pero si miramos con atención de curador, descubrimos un manual sobre cómo el arte puede custodiar la memoria.

Cinco Secretos que el Retrato nos Revela

Vamos a desmontar esta obra para descubrir los cinco hallazgos más reveladores que nos ofrece sobre el poder del arte para contar las historias que de verdad importan.

1. Más que un retrato: es un acto de memoria familiar.

Lo primero que debemos saber es que esta obra nace en el corazón de la familia. La artista, Patricia Bugallo, pintó a Venancio Ramos, el abuelo de su esposo. Pero el dato crucial es este: que una ama de casa, madre de tres hijos y amante de la pintura, decida tomar una foto familiar y convertirla en óleo, es en sí mismo un gesto cultural precioso. Su taller es su casa; su inspiración, la vida cotidiana.

Este hecho lo cambia todo. La pintura deja de ser una "representación" para convertirse en un "acto de familia". Es una declaración íntima para proteger la memoria de un linaje frente al olvido, un acto de amor donde el arte se pone al servicio de lo esencial.

2. El caballo no es un extra: es el segundo retratado.

En muchos retratos ecuestres, el caballo es un símbolo de estatus o un simple accesorio. Aquí no. El animal funciona como una "extensión identitaria" de Don Venancio. Observemos cómo el brazo del hombre se apoya con naturalidad sobre el lomo del animal, creando un "puente" visual y una "diagonal afectiva" que los une indisolublemente.

La composición no dice "yo", sino "yo y lo mío". Refleja una unidad de vida inseparable entre el hombre de campo y su animal, un poderoso símbolo de orgullo, cuidado mutuo y tradición. El caballo no está con él; es el “segundo retratado”, una parte indivisible de su identidad.

3. La paleta de colores es una máquina del tiempo.

La obra está dominada por colores terrosos y cálidos: ocres, sienas y marrones. Esta elección técnica es una decisión deliberada que cumple una doble función magistral. Por un lado, evoca la estética inconfundible de una fotografía antigua en sepia, transportándonos de inmediato al tiempo de la memoria, a un pasado que se siente lejano pero familiar.

Pero, a diferencia de una foto que se desvanece, el óleo le añade un "pulso de materia y vida". La pintura hace que el recuerdo se sienta presente, tangible, con una textura que casi podemos tocar. El color aquí no solo decora la escena, sino que nos cuenta una historia sobre el tiempo y la permanencia. Como si el cuadro dijera: “así fue, así permanece”.

4. El secreto está en lo que no se ve: el poder de un fondo silencioso.

Mire más allá de las figuras principales. ¿Qué hay detrás? Una pared de ladrillos, un árbol apenas sugerido. El fondo es "deliberadamente silencioso". Esta es una estrategia artística clave, lograda con una técnica precisa que el análisis llama "Jerarquía de bordes": más nítidos en las figuras principales, más blandos y difuminados en el fondo.

El objetivo es darle al recuerdo "cuerpo, pero no ruido". Al eliminar las distracciones del entorno, la artista obliga a nuestra mirada a centrarse por completo en la dignidad de Don Venancio y la nobleza de su caballo. Esta economía de detalles no es una carencia, sino una elección inteligente que dota a las figuras de una presencia monumental.

5. La verdadera épica está en lo cotidiano.

Este cuadro no retrata a un general en plena batalla ni a un héroe de leyenda. Dialoga con una tradición argentina y litoraleña para retratar a "un hombre íntegro". Los símbolos culturales que vemos —su vestimenta de campo, el apero cuidadosamente adornado— no son adornos, sino expresiones de dignidad, de oficio y de pertenencia a una tierra.

La obra rescata un tipo de heroísmo que a menudo pasamos por alto. El verdadero alcance de este gesto queda resumido a la perfección en el análisis de la obra:

El cuadro no pinta un “héroe” épico: pinta un hombre íntegro. Y eso, culturalmente, es enorme: rescata la épica mínima de los que sostuvieron familias y territorios sin discursos.

Este retrato eleva la vida común a un acto de heroísmo silencioso y fundamental, recordándonos que las grandes historias a menudo se construyen con pequeños gestos de dignidad diaria.

La Memoria que se Hace Herencia

"Don Venancio Ramos" nos enseña que una obra aparentemente sencilla puede contener profundas capas de significado sobre la familia, la identidad y la lucha contra el tiempo. Patricia Bugallo no solo pintó al abuelo de su esposo; convirtió el recuerdo en imagen y la imagen en herencia, usando el óleo como un resguardo contra el olvido. Así, el arte más poderoso a menudo no está en los grandes museos, sino en las paredes de una casa, custodiando las historias que nos dan forma.

 

 


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