(Literatura Digital)
Durante mucho
tiempo, los médicos hemos convivido con una máxima: “necesitamos galenos que
sepan manipular la incertidumbre”. Es una frase que refleja una verdad
profunda: los síntomas suelen ser inespecíficos, los diagnósticos no siempre
son claros, y las decisiones deben tomarse aun cuando no todo esté dicho.
De la incertidumbre a la ignorancia asumida
Hoy, sin
embargo, la reflexión se profundiza. Ya no basta con “manejar” la
incertidumbre. Ahora decimos: “necesitamos médicos que comprendan y acepten
la naturaleza incompleta del conocimiento clínico, pero que sepan gestionar esa
ignorancia con sabiduría”.
Este cambio de
enfoque no es menor. Reconoce que gran parte del conocimiento en medicina es
provisional, incompleto y muchas veces contextual. La ignorancia no es una
falla, sino una condición estructural del ejercicio clínico.
La Medicina Basada en Evidencia también tiene límites
La Medicina
Basada en la Evidencia (MBE) surgió para mejorar la calidad de las decisiones
clínicas, promoviendo el uso sistemático de la mejor evidencia científica. Pero la evidencia, aunque poderosa, no es omnisciente:
- Muchas
intervenciones no tienen estudios sólidos.
- Las guías
cambian con el tiempo.
- Los
ensayos clínicos no siempre reflejan la complejidad de los pacientes
reales.
Por eso,
aplicar la MBE no es seguir protocolos como si fueran recetas, sino integrar
la mejor evidencia disponible con el juicio clínico y los valores del paciente.
Eso requiere sabiduría, no solo conocimiento.
Medicina de familia: donde la incertidumbre es paisaje
En medicina de
familia, la incertidumbre no es la excepción: es la regla. Vemos síntomas que
recién comienzan, situaciones difusas, problemas múltiples en el mismo
paciente. Y no siempre tenemos un diagnóstico
inmediato.
Aquí se hace
evidente que no se trata solo de saber, sino de saber esperar, acompañar,
contener y decidir con sentido. La sabiduría del médico de familia radica
en sostener el proceso más que en cerrar un caso.
Gestionar la ignorancia con sabiduría
Esto implica un
cambio de actitud profesional:
- No ocultar
lo que no se sabe, sino explicarlo con honestidad.
- No actuar
con ansiedad, sino con prudencia.
- No
encerrarse en decisiones unilaterales, sino conversar con el paciente.
Aceptar la
ignorancia no es debilidad; es parte de una medicina más humana y más realista.
Un nuevo modelo de médico
Necesitamos
médicos que no pretendan tener siempre la última palabra, sino que estén
dispuestos a pensar en voz alta con otros, a dudar con fundamento, y a decidir
con humanidad.
La sabiduría
clínica no es saber todo. Es saber cómo actuar cuando no lo sabemos todo.
Papá, sos un médico trucho
En mi casa
tengo un apodo que, sinceramente, no figura en ningún diploma ni matrícula: “médico
trucho”. Así me llaman, con total desparpajo, mis hijos. Y no porque ejerza
ilegalmente (todavía tengo el título a la vista, con marco y todo), sino porque
—según ellos— nunca tengo una respuesta firme para nada.
—“Papá, ¿esto
es contagioso?”
—“Y... depende.”
—“¿Cuánto tarda
en curarse esto?”
—“Difícil saberlo, hay que esperar.”
—“¿Esto que
tengo es grave?”
—“Bueno, habría que ver el contexto...”
La sentencia
familiar es clara: “¡No sabés nada! Sos un médico trucho.”
Y yo los
escucho, me río, y por dentro pienso: si supieran que esto que tanto les
irrita es, en realidad, lo más honesto que les puedo ofrecer...
Porque después
de años en la profesión, aprendí que la medicina no es un juego de certezas,
sino una danza con la incertidumbre. Que decir “no sé” puede ser más
responsable que inventar una respuesta rápida, y que acompañar con
humildad vale más que diagnosticar con soberbia.
Así que sí,
hijos míos, si ser “trucho” es no mentir con seguridad, abrazar la duda y
buscar la verdad con cautela... entonces soy el médico trucho más auténtico del
barrio.
Y con gusto lo
seguiré siendo.
1 comentario:
Buensiimo! sos muy genio!
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