jueves, mayo 29, 2025

¿QUÉ SIGNIFICA SER RACIONAL HOY?

 


PODCAST

(Literatura Digital)

Vivimos en una época de sobreabundancia informativa y verdades en disputa. En este escenario, el concepto de racionalidad parece más necesario que nunca, pero también más escurridizo. ¿Qué significa pensar con racionalidad en el siglo XXI? ¿Existe una única manera de hacerlo? A partir de un recorrido por diversas voces —filósofos, científicos, neurocientíficos y escritores— me propongo compartir una reflexión abierta sobre las múltiples caras de la racionalidad.


Razonar no es estar de acuerdo

William Irwin y Henry Jacoby, inspirados en el personaje del Dr. House, destacan un aspecto fundamental: no todos partimos de las mismas suposiciones, y por tanto no compartimos la misma realidad. Solo confrontando nuestras ideas con las de los demás —incluso si duele— podemos aspirar a un pensamiento más riguroso. Como decía Sócrates, “una vida sin examen no merece ser vivida”.

Aristóteles le agrega un matiz: razonar no es solo pensar, sino vivir de acuerdo a la razón. Solo así alcanzamos la eudaimonía, el bienestar pleno.


La racionalidad también disiente

Adam Przeworski nos recuerda que en sociedades diversas no hay decisiones racionales para todos por igual. Lo racional, en democracia, sería minimizar la insatisfacción colectiva. Una perspectiva política y pragmática que rompe con el ideal de una verdad única y universal.

En esa línea, Mario Vargas Llosa, siguiendo a Isaiah Berlin, desafía la idea de que siempre haya una única solución correcta para cada problema humano. La racionalidad, sostiene, es crítica constante y revisión interminable.


La razón ilustrada: luces y sombras

Steven Pinker defiende el legado de la Ilustración: ciencia, humanismo y progreso. Pero reconoce que la inteligencia no nos salva de los sesgos. La racionalidad florece cuando buscamos la verdad, no cuando intentamos ganar un debate.

Philip Tetlock lo confirma: los mejores pronosticadores no son los más inteligentes, sino los que dudan de sí mismos, actualizan sus ideas y saben escuchar. En tiempos de polarización, esta capacidad para dialogar con lo diferente se vuelve clave.


¿Y si la razón no fuera lo más importante?

Nassim Taleb ofrece una visión disruptiva: la racionalidad no se mide por lo verdadero, sino por lo que garantiza la supervivencia. Según él, juzgar creencias es menos importante que observar conductas. Lo racional no es lo lógico, sino lo que evita la ruina.

En la misma línea, Leonard Mlodinow y Jonah Lehrer afirman que muchas de nuestras decisiones están guiadas por procesos inconscientes. Las emociones no son enemigas de la razón, sino su base biológica y adaptativa.


¿Dónde queda la libertad?

Rodrigo Quian Quiroga y Lehrer coinciden en que el libre albedrío cartesiano es una ilusión. Pero la neuroplasticidad nos ofrece otra forma de libertad: la posibilidad de cambiar. Somos nuestros cerebros, sí, pero nuestros cerebros también son historia viva y abierta.


Fe, razón y verdad compartida

Peter Wehner plantea un punto de encuentro: la fe no se opone a la razón, pero transita otros caminos. No todo se puede demostrar. La confianza —como la que tenemos en nuestros vínculos— es también una forma de conocimiento.

Jeremy Rifkin lleva esta idea más lejos: la verdad no es ni objetiva ni subjetiva, sino intersubjetiva. Creamos realidad juntos, mediante relatos, metáforas y experiencias compartidas. Lo real es aquello que construimos entre el “yo” y el “tú”.


La ciencia también se equivoca (y debe saberlo)

Simon Weckert invitan a una mirada crítica sobre la supuesta objetividad de los datos. Hasta los mapas pueden ser manipulados, y los algoritmos también cargan sesgos. La verdad no es un espejo, sino un proceso abierto, como afirmaban Popper, Gadamer o Foucault.


Racionalidad normativa y racionalidad real

El economista Richard Thaler diferencia dos tipos de racionalidad: la normativa (cómo deberíamos decidir) y la descriptiva (cómo decidimos en realidad). Nuestra mente no busca verdades puras, sino atajos, muchas veces dominados por emociones, pérdidas y expectativas.


Conclusión: pensar es convivir con la incertidumbre

En suma, ser racional hoy no es poseer una fórmula infalible, sino ejercitar una actitud: crítica, dialogante, abierta al error, sensible al contexto y consciente de sus propios límites. Como decía Punset, la física cuántica nos ha enseñado a amar la incertidumbre. Quizá ese sea el primer paso para pensar mejor.

No hay comentarios.: