(Literatura Digital)
Vivimos en una
época de sobreabundancia informativa y verdades en disputa. En este escenario,
el concepto de racionalidad parece más necesario que nunca, pero también
más escurridizo. ¿Qué significa pensar con racionalidad en el siglo XXI?
¿Existe una única manera de hacerlo? A partir de un recorrido por diversas
voces —filósofos, científicos, neurocientíficos y escritores— me propongo
compartir una reflexión abierta sobre las múltiples caras de la racionalidad.
Razonar no es estar de acuerdo
William Irwin y
Henry Jacoby, inspirados en el personaje del Dr. House, destacan un aspecto
fundamental: no todos partimos de las mismas suposiciones, y por tanto no
compartimos la misma realidad. Solo confrontando nuestras ideas con las de los
demás —incluso si duele— podemos aspirar a un pensamiento más riguroso. Como
decía Sócrates, “una vida sin examen no merece ser vivida”.
Aristóteles le
agrega un matiz: razonar no es solo pensar, sino vivir de acuerdo a la razón. Solo así alcanzamos la eudaimonía, el bienestar
pleno.
La racionalidad también disiente
Adam Przeworski
nos recuerda que en sociedades diversas no hay decisiones racionales para todos
por igual. Lo racional, en democracia, sería minimizar la insatisfacción
colectiva. Una perspectiva política y pragmática que rompe con el ideal de una
verdad única y universal.
En esa línea,
Mario Vargas Llosa, siguiendo a Isaiah Berlin, desafía la idea de que siempre
haya una única solución correcta para cada problema humano. La racionalidad, sostiene, es crítica constante y revisión
interminable.
La razón ilustrada: luces y sombras
Steven Pinker
defiende el legado de la Ilustración: ciencia, humanismo y progreso. Pero
reconoce que la inteligencia no nos salva de los sesgos. La racionalidad
florece cuando buscamos la verdad, no cuando intentamos ganar un debate.
Philip Tetlock
lo confirma: los mejores pronosticadores no son los más inteligentes, sino los
que dudan de sí mismos, actualizan sus ideas y saben escuchar. En tiempos de
polarización, esta capacidad para dialogar con lo diferente se vuelve clave.
¿Y si la razón no fuera lo más importante?
Nassim Taleb
ofrece una visión disruptiva: la racionalidad no se mide por lo verdadero, sino
por lo que garantiza la supervivencia. Según él, juzgar creencias es menos
importante que observar conductas. Lo racional no es lo lógico, sino lo que
evita la ruina.
En la misma
línea, Leonard Mlodinow y Jonah Lehrer afirman que muchas de nuestras
decisiones están guiadas por procesos inconscientes. Las emociones no son
enemigas de la razón, sino su base biológica y adaptativa.
¿Dónde queda la libertad?
Rodrigo Quian
Quiroga y Lehrer coinciden en que el libre albedrío cartesiano es una ilusión.
Pero la neuroplasticidad nos ofrece otra forma de libertad: la posibilidad de
cambiar. Somos nuestros cerebros, sí, pero nuestros cerebros también son
historia viva y abierta.
Fe, razón y verdad compartida
Peter Wehner
plantea un punto de encuentro: la fe no se opone a la razón, pero transita
otros caminos. No todo se puede demostrar. La confianza —como la que tenemos en
nuestros vínculos— es también una forma de conocimiento.
Jeremy Rifkin
lleva esta idea más lejos: la verdad no es ni objetiva ni subjetiva, sino
intersubjetiva. Creamos realidad juntos, mediante relatos, metáforas y
experiencias compartidas. Lo real es aquello que construimos entre el “yo” y el
“tú”.
La ciencia también se equivoca (y debe saberlo)
Simon Weckert
invitan a una mirada crítica sobre la supuesta objetividad de los datos. Hasta
los mapas pueden ser manipulados, y los algoritmos también cargan sesgos. La
verdad no es un espejo, sino un proceso abierto, como afirmaban Popper, Gadamer
o Foucault.
Racionalidad normativa y racionalidad real
El economista
Richard Thaler diferencia dos tipos de racionalidad: la normativa (cómo
deberíamos decidir) y la descriptiva (cómo decidimos en realidad). Nuestra
mente no busca verdades puras, sino atajos, muchas veces dominados por
emociones, pérdidas y expectativas.
Conclusión: pensar es convivir con la incertidumbre
En suma, ser
racional hoy no es poseer una fórmula infalible, sino ejercitar una actitud:
crítica, dialogante, abierta al error, sensible al contexto y consciente de sus
propios límites. Como decía Punset, la física cuántica nos ha enseñado a amar
la incertidumbre. Quizá ese sea el primer paso para
pensar mejor.
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