Mi nieto Tommy
me contó que esta semana no podía jugar al fútbol. La profesora de inglés le
había enviado dos notificaciones a sus padres por mala conducta. Le pregunté
qué había pasado y, con gesto serio, me dijo que la maestra no tiene buena
relación con él; que cualquier cosa que diga le cae mal, o la interpreta de
manera equivocada. Según él, por eso recibió las dos advertencias.
Mientras
hablábamos, sonaba una playlist de Spotify en el auto. En ese momento empezó
una canción de Karol G y Tommy, sin pensarlo mucho, me dijo:
—Abuelo, cambiala. Karol G habla muy mal en inglés y no me gusta. A mí me gusta
cuando canta en español, pero en inglés no canta bien porque no sabe hablarlo.
Me quedé
pensando en esa frase. En un solo comentario, Tommy mezcló su conflicto con la
autoridad, su sentido de la justicia, su criterio estético y su identidad cultural.
Todo junto, sin saberlo.
Al día siguiente, cuando fui a buscarlo nuevamente a la
salida del colegio, le pregunté cómo había seguido el tema con la profesora de
inglés. Con una sonrisa, me dijo que todo estaba bien. Su papá le había
sugerido que le pidiera perdón a la maestra, así que lo hizo, y ella lo
perdonó. “Ya
está, abuelo —me dijo—, ahora está todo bien.”.
Esta
pequeña historia me pareció perfecta para analizarla desde tres miradas
complementarias: la educacional, la cultural y la cognitiva.
Análisis del relato:
Un conflicto que enseña más de lo que parece
La historia de
Tommy no es solo una anécdota escolar. Es una ventana al modo en que los chicos
aprenden a interpretar el mundo: cómo perciben la autoridad, cómo construyen su
identidad y cómo usan el lenguaje para entender —o cuestionar— lo que les pasa.
Desde el punto
de vista educacional, el episodio muestra algo clásico en la infancia:
el choque entre la autonomía que empieza a crecer y las normas que todavía lo
contienen. Tommy siente que no es comprendido, que la maestra lo juzga mal.
Pero, al mismo tiempo, está empezando a desarrollar una conciencia sobre cómo
lo ven los demás. En ese espacio intermedio —entre sentirse injustamente
tratado y aprender a hacerse entender— se juega gran parte de la educación
emocional. No se trata solo de portarse bien o mal, sino de aprender a
convivir, a ponerse en el lugar del otro, a reparar cuando algo se rompe.
Desde una
mirada cultural, su comentario sobre Karol G es revelador. En segundos,
conectó la música con la lengua, la identidad y la autenticidad. Prefiere a la artista
cuando canta en español, “porque en inglés no sabe hablar bien”. Es una
observación ingenua, pero cargada de sentido: para él, la lengua materna tiene
algo de verdad, de raíz, de pertenencia. Y sin darse cuenta, defiende un rasgo
cultural que muchas veces los adultos olvidamos valorar: el orgullo de lo
propio.
Por último,
desde el punto de vista cognitivo, Tommy muestra una capacidad crítica
sorprendente. Analiza, compara, evalúa. Detrás de su aparente enojo hay
razonamiento, juicio, y un intento de ordenar el mundo a su manera. No se
limita a repetir lo que escucha: piensa, filtra, decide. Eso es precisamente lo
que queremos que haga un niño que aprende: que no acepte todo sin pensar, pero
que también aprenda a expresar sus ideas con empatía y respeto.
Escuchar para enseñar
Quizás lo más
valioso de esa charla no fue lo que Tommy dijo, sino el hecho de que quiso
contarlo. Cuando un nieto elige hablar con su abuelo, está buscando
comprensión, no sentencia. En ese momento, el rol del adulto cambia: ya no es
el juez, sino el espejo. El que ayuda a poner palabras donde el niño solo
siente.
Y en ese gesto
cotidiano —una conversación en el auto, una canción en Spotify, una reflexión
improvisada— se juega algo esencial: la transmisión de un modo de mirar la
vida.
El rol silencioso del abuelo
Escuchar a un
nieto no siempre es fácil. A veces uno quisiera corregir, dar consejos o
resolver rápido. Pero el verdadero legado del abuelo no está en decir qué
hacer, sino en enseñar a pensar. En esos ratos compartidos —una charla en el
auto, una canción, una pequeña historia escolar— el abuelo se vuelve un
traductor entre generaciones: alguien que ayuda a transformar la experiencia en
comprensión.
Porque educar
no es imponer, sino acompañar el descubrimiento. Y quizás ahí, en ese diálogo
sencillo con Tommy, estaba ocurriendo lo más importante: un niño aprendiendo a
entender el mundo… y un abuelo aprendiendo a mirarlo con sus ojos.


1 comentario:
Muy valioso e interesante el análisis desarrollado en esta hermosa historia generacional.
Agregaría, mas alla del cierre de "la parábola (enseñanza) es que a veces, apresuramos en pretender transmitir lo que que, en nuestra experiencia es la mejor lección, o consejo , sin darnos cuenta que lo más importante es "enseñar el camino..."
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