(Literatura Digital)
Cuando pensamos
en la memoria, solemos imaginarla como un archivo bien organizado donde
guardamos nuestras experiencias, listas para ser recuperadas fielmente en
cualquier momento. Sin embargo, la ciencia moderna ha demostrado que este
modelo es engañoso. Lejos de ser un sistema de almacenamiento pasivo, la
memoria humana es activa, plástica y, sobre todo, reconstructiva.
Recordar es reescribir
Imaginemos que
nuestra memoria funciona como un documento de Word. Cada vez que abrimos ese
archivo (es decir, cuando evocamos un recuerdo), lo estamos editando sin darnos
cuenta. Al cerrarlo, el sistema guarda automáticamente la nueva versión,
reemplazando a la anterior. Lo que recordamos no es exactamente lo que vivimos,
sino la última versión editada de esa experiencia.
Este fenómeno
se conoce como reconsolidación. Fue descubierto en experimentos con
animales y luego confirmado en humanos. Se ha demostrado que, al evocar un
recuerdo, este entra en un estado transitorio de inestabilidad. Durante ese
momento, es susceptible de ser modificado, antes de consolidarse nuevamente y
quedar fijado en una nueva forma.
Evidencia científica
Uno de los
experimentos más influyentes fue realizado por Joseph LeDoux y Karim Nader en
el año 2000. Condicionaron a ratas para que sintieran miedo ante un sonido. Al
reactivar ese recuerdo y aplicar un fármaco que bloquea la reconsolidación, las
ratas perdían la memoria del miedo. En otras palabras, al impedir que el
recuerdo se "guardara" de nuevo, desaparecía.
En humanos,
Elizabeth Loftus demostró que los recuerdos pueden contaminarse con información
falsa. En sus estudios, las personas eran expuestas a hechos y luego recibían
datos incorrectos. Al ser interrogadas, incorporaban estos datos como parte de
su recuerdo. El cerebro no distingue entre lo vivido y lo sugerido si ambos se
presentan durante la reactivación de la memoria.
Un proceso biológico complejo
La
reconsolidación implica varias regiones cerebrales:
- Hipocampo: activa
el recuerdo original.
- Corteza
prefrontal: integra nueva información.
- Amígdala: modula
el componente emocional.
Durante este
proceso, se reconfiguran conexiones sinápticas, se activan genes específicos y
cambian niveles de neurotransmisores. La memoria se "actualiza" en
función del presente.
Consecuencias para la vida cotidiana
Este
conocimiento tiene implicaciones profundas. Los recuerdos traumáticos pueden
ser modificados mediante técnicas terapéuticas que aprovechan la
reconsolidación. A su vez, plantea preguntas inquietantes: ¿cuánto de lo que
creemos recordar realmente ocurrió? ¿Cuánto es una construcción posterior?
También
redefine la identidad personal. Si nuestros recuerdos cambian con cada
evocación, nuestra historia de vida es una narrativa en constante
transformación, no un registro fijo del pasado.
Conclusión
La memoria no
es un cofre que guarda intactos los tesoros del pasado. Es más bien un
palimpsesto, una pizarra que se borra y se vuelve a escribir, una historia que
reescribimos sin cesar. Como un documento digital, cada vez que lo abrimos, lo
modificamos, y al cerrarlo, el sistema guarda automáticamente la nueva versión.
Así funciona nuestra memoria: no registra el pasado, sino la última vez que lo
recordamos.
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